Estos días van a llegar, además de las vacaciones escolares de Navidad, las notas de los niños y adolescentes a nuestras casas.
En algunos casos, desde el colegio o instituto habían avisado, “está despistado”, “no atiende”, habíamos incrementado las horas de estudio y la presión sobre las horas de estudio, habíamos buscado un profesor para clases privadas , porque hace falta esforzarse, hace falta llegar porque el futuro es de los mejores .
En nuestra sociedad se le da mucha importancia al desempeño académico escolar, el bajo rendimiento e incumplimiento de deberes muchas veces es sólo la punta de iceberg de un problema psicológico mucho más grave. ¿Qué quieren decir los estudiantes con sus bajas notas?
Así, llega la necesidad de un diagnóstico, de una respuesta ante tanto desvelo, tanto esfuerzo para nada. El problema es que encasillar a los niños simplemente por tener problemas escolares en un solo diagnóstico sin una previa evaluación minuciosa puede dar resultados poco óptimos y nada funcionales para las familias.
Existen otros padecimientos escondidos detrás de una mala calificación que un problema de aprendizaje o un trastorno. Es necesario estudiar el bajo desempeño académico como síntoma de depresión y otras patologías familiares. Recuérdese que una depresión infantil puede llevar al suicidio y que el único síntoma visible para los padres en esta y otras patologías podría ser el bajo rendimiento escolar.
La etiqueta de moda de trastorno infantil como el TDAH conduce directamente a una discriminación de la cual los propios niños se vuelven protagonistas. En consulta, vemos un intento desesperado por encontrar una respuesta en una pastilla, que en muchos casos lo único que va a provocar es una deficiencia aprendida, porque en vez de enfrentar el problema se mitiga, pero el problema sigue su curso igualmente.
Otro diagnóstico que nos encontramos en consulta es el de supuesto TEA, estos niños que han sido diagnosticados en función de una descripción de su conducta que puede incluir desde la poca atención a los asuntos generales de la clase, pero mucha a ciertos temas restringidos, manías, poca sociabilidad.
En efecto, cuando se hace un diagnóstico, la respuesta del niño es comportarse de manera distinta a los otros niños. A esto hay que añadir el hecho de que todo el sistema que lo rodea actúa en consecuencia; de este modo la etiqueta diagnóstica inventa y construye una dinámica que alimenta el problema, o incluso lo crea.
Es muy común encontrar etiquetas diagnosticas que confunden el TDAH con la depresión infantil; el autismo(TEA ), simplemente, puede ser un ligero retraso en el aprendizaje y confundirse con el trastorno obsesivo compulsivo, este último es muy común en los niños, se incluye entre las neurosis y, por tanto, se puede curar del todo
El creciente diagnóstico de TDAH muchas veces es erróneo y se confunde con la depresión infantil, debido a los coincidentes síntomas conductuales. Un niño con depresión puede soñar despierto, faltarle concentración y atención, por eso su bajo rendimiento escolar. Todos estos síntomas se describen como parte de la depresión infantil pero en el colegio muchas veces se asume como TDAH, porque como Einstein decía son las teorías las que determinan nuestras observaciones.
La evaluación debe ser integral, realizada por un equipo multidisciplinar si fuera necesario; en cuanto a lo sistémico es importante, incluir a la familia y tomar en cuenta síntomas fuera del ambiente académico.
Solo podremos conocer cómo persiste y se alimenta un problema, cuando intervenimos de forma activa para poder resolverlo. El objetivo inicial no es contar con un diagnóstico preciso y, lo más importante, funcional a la hora de tratar el problema sino provocar un pequeño cambio.
Debemos comenzar con el inicio de una terapia indirecta, o sea, realizada a través de los padres, con la intención de evitar el fenómeno llamado de “etiquetaje” o, en el momento en que se haya dado un diagnóstico.
La plasticidad de nuestro modelo terapéutico permite tratamientos prácticos y altamente efectivos, “el único concepto que nos puede ayudar es el de la flexibilidad máxima y la elección de instrumentos que sean adecuados a cada situación concreta”.
Lo que llamamos genio, en el fondo, no es otra cosa que saber mirar la realidad desde perspectivas no ordinarias, W. James.