¿Qué es la ansiedad?
La ansiedad es una respuesta del organismo ante estímulos, externos o internos, percibidos por el individuo como amenazantes. Se trata de una señal de “alarma” que nos advierte de un peligro inminente y nos permite adoptar medidas para poder afrontarlo.
La ansiedad cumple una función adaptativa
Mi recomendación sobre la ansiedad
Tengo ansiedad, ¿qué hago?
En las redes hay cientos de artículos aconsejando a quienes sufren de ansiedad sobre las cosas qué deben hacer para lidiar con ella. Se puede actuar en todos los planos: el emocional, el cognitivo, el comportamental, el social y hasta el nutricional.
Aquí encontrarás lo que NO tienes que hacer si quieres solucionar tu problema de ansiedad
¿Por qué? Porque son acciones (o inacciones) que alimentan el problema. O sea, lo empeoran. En Terapia Breve Estratégica las llamamos Soluciones Intentadas o Intentos de Solución.
Sin embargo, la ansiedad pasa a ser patológica cuando es demasiado intensa, supera cierto umbral o se generaliza más allá de la situación, evento u objeto que justifiquen una reacción de miedo. La ansiedad adquiere un carácter invasivo, dominante e incontrolable. La vida de la persona gira en torno a evitar el potencial peligro imaginario futuro. Es un miedo anticipatorio.
Si quieres mantener la ansiedad en un nivel “sano”, evita hacer las siguientes cosas, porque en caso contrario, como dije antes, estarás alimentando la ansiedad y transformándola en patológica.
Por otro lado, si tu ansiedad ya está en un nivel patológico, deja de realizarlas porque es como si avivaras las brasas de la ansiedad con un fuelle para que crezca el fuego, manteniendo no sólo vivo el problema, sino empeorándolo.
Tengo ansiedad, ¿qué no tengo que hacer?
EVITA EVITAR
La primera cosa que hace quien padece de ansiedad es posponer aquello que teme para evitar ser pillado por sorpresa por el “monstruo” y que las sensaciones negativas asociadas a lo temido no aparezcan ni aumenten.
Cuanto más empiezo a evitar afrontar lo que temo, más me confirmo que lo temido es peligroso y más aumento mi miedo en lugar de reducirlo. Es la trampa de la evitación: cada evitación amplifica el miedo abriendo la puerta a otra evitación. Y esta secuencia interactiva en la cual cuanto más evito, más aumenta mi miedo, más vuelvo a evitar, se va extendiendo ¡hasta llegar al punto de no ser capaz de poder salir de casa!
PEDIR AYUDA
Algunas personas solicitan ayuda directamente a los demás para afrontar aquello que temen (“por favor, acompáñame porque no me encuentro bien”) y otros son tan “buenos” que se las ingenian para que parezca que la ayuda es iniciativa de los otros (“es mejor que te quedes tú en casa, que ya voy yo”).
Sin embargo, pedir ayuda a los demás funciona de la misma manera que la evitación: que siempre haya alguien dispuesto a estar conmigo, me confirma continuamente mi incapacidad para afrontar solo lo temido.
Más pido ayuda, más agravo los síntomas ansiógenos, porque más aumenta mi sensación de incapacidad.
CONTROLAR SÍNTOMAS FISIOLÓGICOS
Generalmente, cuando uno nota los síntomas físicos de la ansiedad (palpitaciones elevadas, frecuencia cardíaca rápida, mareos, temblores, sudoración, escalofríos, sensación de ahogo, presión en el pecho, nudo en el estómago…), la tendencia es intentar reprimirlos, controlar todos los parámetros fisiológicos (“tranquilo, relájate, respira, no tiembles…”).
Pero en el momento que intentamos controlar estas sensaciones, paradójicamente, en lugar de calmarlas, más se alteran. Estos parámetros son regulados por el sistema nervioso autónomo y funcionan de manera involuntaria, espontánea, – la frecuencia respiratoria, el ritmo cardíaco, la sudoración, el sentido del equilibrio, la tensión muscular, etc.
SOCIALIZAR EL PROBLEMA
Es muy común que las personas que sufren de ansiedad tengan la idea ilusoria de “cuanto más hablo de mi problema, más se me pasa”; así que socializan sus temores con los demás (lo comentan con su entorno más cercano, ¡y a veces no tan cercano!).
Sin embargo, y creo que ya lo habrás notado si padeces ansiedad, cuanto más hablo de mi ansiedad, más la amplifico, más la hago crecer porque los demás procuran tranquilizarme, reasegurarme. Si continuamente me intentan tranquilizar, más me voy convenciendo de que hay realmente un peligro. Con la mejor intención, quienes me rodean dándome su apoyo, alimentan más aún mis temores.
Conclusiones
El “juego” no acaba aquí: «no sólo estoy más asustado cuando los demás intentan tranquilizarme, sino que me siento más incapaz. Porque me doy cuenta de que tengo miedo de algo que los demás parecen no tener». Así que, si pedir ayuda es avivar el fuego, socializar el problema, es echarle gasolina.
Si puedes evitar estas cuatro cosas, notarás en breve la mejoría, e incluso puede llegar hasta la desaparición del problema.
Si no es así, acude a un profesional, a un psicólogo, que te enseñe cómo bloquear estos intentos de solución, que no funcionan, para que seas tú quien pase a manejar al “monstruo”.