Según datos del INE, hay 11.307 millones de parejas en España, sumando las parejas casadas y las parejas de hecho. En cuanto a los solteros y solteras, hay más de 14 millones de solteros y más de la mitad son hombres.
Por otro lado, solo 4,7 millones de solteros viven solos. Las personas solteras, por su parte, deben afrontar unos gastos que no son capaces salvo que fueran en pareja, como es el caso del alquiler, la compra, o los gastos semanales.
Pero, aunque en España la elección está en la vida en pareja, la calidad de estas relaciones sufre un grave deterioro fruto de la duda.
Si intentamos asegurarnos de tener todo controlado, nos perdemos en el mundo de las emociones, de las sensaciones, entre lo que el corazón impone y lo que la razón quiere decidir.
En nuestra vida cotidiana el hecho de pensar y repensar y, en concreto, de pensar en las elecciones que tenemos que tomar, es una fuente de ansiedad, sufrimiento y origen de incapacidades personales y relacionales. El mundo en el que vivimos está lleno de incertezas. Las relaciones evolucionan, la vida es cambio, lo único cierto que podemos afirmar es que todo es incierto, se nos escapa entre los dedos, como agua que intentamos recoger con las manos.
Así, puede ocurrir que llegue San Valentín, una celebración o mejor un momento de toma de decisiones: me caso o me voy a vivir con mi pareja, sigo con mi relación o debo romperla, estoy perdiendo el tiempo o es la persona de mi vida. En este momento comienzan a abrumarme las dudas ¿Será la persona adecuada? ¿Estoy seguro de que es esto lo que quiero? ¿Estoy realmente convencido?, o incluso dudas más perversas, ¿Cómo sé que no me traicionará?
Comienzo a hacerme preguntas y a comparar y es cuando la duda me atosiga, porque ¿Cómo saber que esa persona es la adecuada entre millones de posibles que hay en el mundo?, o peor, ¿y si me confundo y me quedo solo o sola? ¿Cómo saber si voy a ser traicionado? Imposibles respuestas para inciertas preguntas, comienza el agobio, la angustia y el bloqueo. Entramos en una contradicción constante, cuanto más seguro quiero estar, más dudo y como consecuencia, más inseguro me siento.
La alternativa está en la psicología
Un tratamiento psicológico adaptado a esta duda, ayuda a afrontar esta dificultad, desde el análisis de la duda patológica, que proviene de hacernos preguntas que no tienen respuestas ciertas y no sólo eso, se complica más aun cuando intentamos respondernos, pues nos surgen más preguntas, tantas como olas en el mar, entrando en un proceso sin fin, perdiéndonos en el laberinto de nuestro pensamiento.
Kant: No es posible encontrar respuestas correctas para preguntas incorrectas.