El tercer sábado de mayo se celebra el Día contra la Obesidad, con la finalidad de concienciar a la población sobre el impacto que tiene en la salud de las personas. En diversos estudios realizados por la United European Gastroenterology (UEG) se ha observado que más de 50% de la población adulta en la Unión Europea padece sobrepeso u obesidad. Por otro lado, España es el cuarto país con más casos de obesidad infantil.
La AEP(Asociación Española de Pediatría) nos alerta que la obesidad infantil es la enfermedad crónica más prevalente entre los niños y adolescentes españoles, ya que 1 de cada 3 niños presenta sobrepeso u obesidad, que algunos expertos vinculan al uso excesivo de pantallas en su vida diaria.
Las recomendaciones de bajar de peso y hacer dieta podrían verse como una solución preventiva, pero pese a que el estudio WIN World Survey 2019 arroja que un 19% de la población de España hace dieta de forma asidua, el problema no se soluciona.
Las dietas restrictivas y de última hora pueden hacernos sentir privados de placeres tan simples como la comida y, a su vez, desencadenar sentimientos de ansiedad y frustración
En un intento por satisfacer estas necesidades emocionales, podemos encontrar consuelo en los alimentos que proporcionan una sensación de placer y satisfacción inmediata, como los alimentos con alto contenido de grasa, azúcar y sal. Rompiendo así con la dieta, maltratando nuestro cuerpo y a la vez generando sentimientos de culpabilidad.
No consigo adelgazar, ¿Qué estoy haciendo mal?
Si además tenemos en cuenta que la prevalencia mundial de la ansiedad aumentó un 25% tras el COVID 19, según un informe científico publicado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) es fácil entender cómo nos encontramos más vulnerables que nunca ante el “hambre emocional”.
El “hambre emocional” es un problema que ha aumentado hasta un 40% tras el confinamiento. Las personas que sufren de esta dolencia a menudo experimentan una sensación que les induce a ingerir de forma compulsiva alimentos. Generalmente se trata de nutrientes poco saludables, que repercuten negativamente a nuestro organismo con la intención de calmar un malestar emocional.
El hambre fisiológico que todos sentimos surge de manera progresiva, se satisface comiendo y posteriormente desaparece. En cambio, el hambre emocional se manifiesta de forma repentina, incluso se mantiene tras haber comido, y es necesario suplirlo con algún alimento en concreto, que suele implicar consumir grandes cantidades de azúcar. Además, tras la ingesta compulsiva de este tipo de nutrientes se genera un sentimiento de culpa. Por ende, la comida se convierte en un método para luchar contra la ansiedad. A medio o largo plazo puede provocar sobrepeso, baja autoestima, miedos y otros problemas que se deben tratar con los tratamientos psicológicos adecuados.
Según la SEEN(Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición) los problemas psicológicos y emocionales son los grandes olvidados. Los estudios científicos realizados indican que casi la mitad de las personas que acuden a adelgazar tienen ansiedad. Por ello, si al plantear una dieta sólo nos fijamos en lo que se come y no en por qué se come en exceso, el fracaso está servido. Hay que intentar identificar los posibles problemas psicológicos subyacentes que favorecen la sobrealimentación, ya que sólo después de conocerlos y asumirlos es posible cambiar la conducta alimentaria.
En la consulta de López Vallejo cada vez nos encontramos con más casos relacionados con el hambre emocional y la imposibilidad de seguir dietas restrictivas. Por lo que desde la terapia breve examinaremos con exactitud todo lo que el paciente haya hecho para intentar mejorar y se darán nuevas propuestas para resolver el problema, para así conseguir una mejora de la calidad de vida de la persona.